SANANDO NUESTRO CORAZÓN

Por MCI

“El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas”.

Salmos 147:3

ALGO EN QUE PENSAR

El ser humano fue creado por Dios para habitar en comunidad y fortalecer lazos de comunión con otros; por tal motivo existe en cada individuo un deseo de ser aceptado en los diferentes círculos de la sociedad. Sin embargo, muchas personas, aún desde el momento de su concepción, se encuentran ante una barrera conocida como rechazo, todo lo opuesto a la aceptación.

Las heridas más profundas que pueda padecer el ser humano se han centralizado en el alma, y muchas de éstas marcas emocionales pueden ser producidas en la niñez, tales como la falta de afecto familiar, la carencia de amor, el abandono, o la falta de reconocimiento. Éstas dejan un gran vacío en el corazón, y aunque pasen los años, esa sensación de carencia persiste.

Cuando Dios diseñó al hombre, lo hizo de tal modo que éste pudiera ser amado, sentirse amado, y a la vez, dar amor a otros; pero la única manera de recibir y dar amor, es cuando podemos tener un corazón totalmente restaurado y sano, entendiendo que por medio de la Sangre que brotó del costado de Jesús, seremos libres de toda marca negativa y de todo rechazo.

  1. SIENDO LIBRES DEL RECHAZO

El rechazo es la falta de aceptación. Significa no ser admitido, o no encontrar lugar dentro de un grupo; es no poder integrarse ni hallar cabida. Este espíritu de rechazo encuentra su orígen en la falta de amor proveniente de las personas más cercanas.

Dios quiere hacer una obra de sanidad completa en tu corazón, pero para que el Señor pueda traer una restauración total, es necesario tener en cuenta estos aspectos:

  • Identificar las causas donde se originó el rechazo.
  • Enfrentar el pasado, llevándolo a la Cruz del Calvario.
  • Identificar aquellas personas que causaron heridas y decidir perdonarlas.
  1. ENTENDER QUE SOMOS PARTE DEL PLAN DE DIOS

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. 
Efesios 1:4

Es importante entender que no vinimos a este mundo como un accidente, o como una casualidad, o fruto del azar; existimos porque Dios así lo planeó para nosotros. Antes de la creación, ya existíamos en Su mente y en Sus planes, y antes de experimentar cualquier clase de rechazo o menosprecio, fuimos aceptados por Él en Cristo.

Dios nos creó, nos formó, creyó en nosotros y nos dio propósito. Él conoce todo de nosotros, por eso, Él ve nuestro futuro tan claro como el presente que vivimos, y es el único que puede comprender cuando hemos recibido heridas en el alma, como un buen Padre que conoce lo más profundo de lo que le sucede a Sus hijos.

  1. SOMOS ACEPTADOS POR EL PADRE

Debemos comprender que aunque todo el mundo nos dé la espalda, Dios tiene la respuesta justa para nosotros. Su propio hijo, Jesús, vivió el abandono del Padre porque estaba tomando el lugar que nos correspondía; estaba llevando sobre Sus hombros la maldad del mundo entero. Jesús se hizo pecado por nosotros, para que pudiéramos ser justificados de todo pecado.

El rey David dijo: “Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán” (Salmo 63:3). Debemos entender que, a través de la obra redentora de Cristo, ya fuimos aceptados por Dios.

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