LA FUENTE DE VIDA

“Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis con todo vuestro corazón”.

Jeremías 29:13

ALGO EN QUE PENSAR

Aquellos que vivieron a fines del siglo XlX vislumbraron que el siglo XX sería una época de gloria por los avances científicos que se proyectaban. Ahora ya estamos en el siglo XXI y el balance es desalentador. Vemos corrupción política, anarquía, violencia, amenazas de confrontación nuclear, infidelidad conyugal, perversión sexual, libertinaje, ateísmo, prácticas de ocultismo, drogadicción, alcoholismo, rebeldía juvenil y tanto más a nuestro alrededor.

Esto conduce a la conclusión de que ni el avance científico, ni la formación intelectual, ni las organizaciones políticas o administrativas, ni la proliferación de tantas religiones han logrado cambiar el corazón del hombre. Es por esto que el Señor le dijo al profeta Jeremías: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).

El ser humano pretendió llenar el gran vacío que había en su corazón con cosas que son externas, pensando que la felicidad depende del dinero que se gana, de la persona con quien se casa, del lugar en donde se vive, de la gente que le rodea, de la fama y el prestigio social que se obtiene, etc. Sin embargo, cuando llega el día en que todo esto irremediablemente termina, su situación interior es aún peor que la primera.

Tal vez usted conozca alguna persona adinerada pero muy desdichada que estaría dispuesta a dar todo lo que tiene por disfrutar un poco de felicidad y paz. El Señor Jesucristo dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Sólo en el Señor podremos encontrar nuestra verdadera fuente de vida y paz.

Conozcamos las bendiciones que recibiremos al acercarnos a la fuente correcta que sólo está en Dios:

1. SEREMOS FORTALECIDOS EN LA DEBILIDAD

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).

El Espíritu Santo es tan real como Jesús. Aunque Su ministerio terrenal tuvo una corta duración, solo tres años y medio, el Señor Jesús dejó un camino preparado para que la iglesia estuviera apta para recibir al Espíritu Santo cuando viniese, lo que aconteció en el día del Pentecostés. Desde ese instante, Él se ha convertido en el eje principal de la iglesia. Como el ser humano es muy dado a caer en oraciones monótonas que carecen de poder, el Espíritu de Dios ha venido en nuestra ayuda y al entregarle el control total de nuestra vida es cuando nuestro nivel de oración adquiere otra dimensión.

Él sabe cómo tocar el corazón del Padre Celestial para que envíe Sus ejércitos angelicales a nuestro favor. El Espíritu Santo conoce los deseos de nuestro corazón, también sabe cuál es nuestra necesidad. Se presenta ante el Padre usando las expresiones correctas y aquellos gemidos indecibles que jamás podrán expresarse con palabras humanas, y que son los que enternecen el corazón de Dios haciendo que Él extienda Su favor hacia nosotros.

Si logramos a diario entrar en oración en el Espíritu, nunca más volveremos a ser los mismos. Al hacerlo, vendrá una renovación de la mente, así como bendiciones a la familia y a las finanzas. El lugar secreto es donde conquistamos todo lo que deseamos llegar a ser en Dios.

2. SEREMOS TRANSFORMADOS POR SU GLORIA

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”

(2 Corintios 3:18).

El Apóstol Pablo había logrado desarrollar su visión espiritual de una manera extraordinaria, pues veía con la misma nitidez que cuando se mira en un espejo. ¿Qué quiere él que veamos? El tamaño de nuestro ministerio. Por la fe podemos entrar en una relación profunda con Dios; de este modo es como transformaremos las circunstancias positivamente y llamaremos las cosas que no son como si fuesen.

Podremos cambiar lo caótico en algo hermoso y tornar cada adversidad en peldaños que nos permitirán conquistar las mayores bendiciones. Una de las exhortaciones del Señor a la iglesia de Laodicea es la de ungir sus ojos con colirio “para ver”. Esta iglesia se había apartado de su fe y, por tal motivo, había perdido la visión espiritual. Aunque en lo externo aparentaba una gran prosperidad, interiormente se hallaba pobre, ciega y desnuda.

A medida que logramos tener intimidad con Dios, iremos siendo transformados en esa imagen de gloria captada por nuestro espíritu. Ver la Gloria de Dios es similar a lo que Jacob definió en su experiencia al luchar con el ángel, llamando el nombre de aquel lugar “Peniel”. “Vi a Dios cara a cara, y fue liberada mi alma” (Génesis 32:30b). Ver el rostro de Dios significa que podemos contemplar las circunstancias transformadas positivamente.

Jacob, mientras forcejeaba con el ángel, visualizó como la maldición se tornaba en bendición. Aunque su hermano Esaú cabalgó a su encuentro con la intención de matarlo a él y a su familia, a través de su oración, Dios mudó el corazón de Esaú y el espíritu de odio desapareció. Finalmente, la relación fraternal entre ambos fue restaurada.

3. CAMINAREMOS EN FE

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5).

Dios depositó dentro de nosotros un tesoro: La pureza de nuestro corazón. Salomón dijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios” (Proverbios 4:23,24). La manera de guardar nuestro corazón es no permitir ninguna clase de pensamientos impuros, negativos o incorrectos; por lo general lo que la persona haya atesorado en su corazón, lo confiesa con sus palabras.

Pablo cuando escribe a los filipenses dice cuáles son esos buenos pensamientos: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8). Usted lo que debe recordar son aquellos momentos en los cuales ha visto el poder de Dios manifestarse en su vida, en la de su familia, aún haciendo milagros en otras personas; todas esas experiencias deben ayudar a enriquecer la mente con pensamientos de bendición. A medida que usted estudie la Palabra su mente se llenará de los pensamientos de Dios y llegará a pensar de la misma manera que Jesús piensa, porque estará recibiendo directamente de la fuente de Dios, se estará nutriendo con Sus Palabras.

El pensamiento de fracaso tiene el propósito de destruirle, quitarle la fe y la esperanza para que no tenga el ánimo para hacer la obra de Dios. Un pensamiento de fracaso o de depresión no puede venir de Dios, porque éste hace sentir a la persona miserable, que falló, que todo lo que hizo no tuvo ningún sentido y él único camino que le queda es la muerte.

Los pensamientos de Dios siempre conducen a la prosperidad. El proverbista dijo: “Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia” (Proverbios 21:5a); una persona que piensa diligentemente nunca se enfoca en el fracaso, siempre está mirando el éxito, sabe que si Dios está con él y que puede conquistarlo todo, entiende que el Señor y él son una gran mayoría.

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