LIBRES POR SU AMOR

Por MCI

“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”.

Efesios 1:7

ALGO EN QUE PENSAR

Todos nosotros, quienes hemos recibido revelación del Reino de los cielos, debemos librar una batalla en el ámbito espiritual. Pero esta batalla no es de golpes ni de fuerza humana, se trata de una guerra de argumentos. ¿Qué significa esto? es lo mismo que sucede en una corte o tribunal: se encuentra el Juez, encargado de resolver el conflicto, los miembros del jurado quienes escuchan atentamente para tomar una decisión en el caso, y por último encontramos a los abogados, encargados de hablar ante el juez en representación de la persona.

La guerra espiritual es el enfrentamiento del enemigo; aquel que nos acusa delante de Dios con argumentos que nosotros le entregamos por causa de nuestros pecados, y Jesús, quien actúa como nuestro defensor y salvador, destruyendo con el poder de Su sangre toda acta de decretos que está nuestra contra, declarándonos ante Dios como personas completamente perdonadas y libres de culpa.

  1. CONTRA QUIEN ES NUESTRA LUCHA

Satanás se complace en vernos separados de Dios. Él sabe que cuando logra destruir toda conexión con nuestro Creador, roba nuestra autoridad, los sueños dados por el Señor y destruye completamente nuestra imagen.

La estrategia del enemigo siempre ha sido la vergüenza y la culpabilidad, él intenta dominarnos hablando a través de pensamientos incorrectos que buscan hacernos dudar del amor y poder de Dios para perdonarnos, esclavizándonos al pecado y debilitando nuestra fe y el espíritu de conquista en nosotros. Debemos entender que cuando permitimos el pecado, abrimos la puerta al enemigo y le entregamos derechos legales para que traiga a nuestra vida maldición, enfermedad y caos, y sólo cuando reconocemos nuestra condición y determinamos volvernos a Dios genuinamente, es allí cuando empezamos a obtener liberación.

  1. CONFESIÓN + CAMBIO = ARREPENTIMIENTO GENUINO

La gran barrera que mantiene las bendiciones de Dios fuera de nuestro alcance es el pecado no confesado. Dios está presto a perdonarnos, pero no lo hará hasta que los confesemos. Si confesamos nuestros pecados, Él es el y justo para perdonar nuestros pecados y lim- piarnos de toda maldad. (1 de Juan 1: 9) ¡Esto significa que Dios lo hará, porque él cumple sus promesas y también es justo porque ya Jesús cargó con todo el castigo que merecíamos! A partir de hoy, pídele a Dios que te revele aquellos pecados que debas confesar, recuerda que un pecado no confesado es un argumento activo que da potestad a los poderes de las tinieblas para afectar cualquier área de tu vida. Determina dejar atrás tu antigua manera de vivir, permite que Jesús sea el Señor de tu vida y Él anulará el acta de decretos que está en tu contra, clavándolos en la Cruz del Calvario.

  1. CONFIESA LO QUE JESÚS HIZO POR TI

El arma más poderosa que destruye toda fortaleza, destruye toda vergüenza y culpa es la Sangre que Jesús derramó en la Cruz del Calvario, y es poderosa porque fue el precio más alto que pagó en rescate por nosotros, como muestra de Su amor.

La oración correcta no es aquella que se basa solamente en confesar la iniquidad sino en decretar y creer lo que dice la Palabra de Dios:

“Por la Sangre de Jesús, todos mis pecados fueron perdonados y cancelados en la cruz del calvario”.

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