Fabiola Quintero

A la edad de 15 años, justo en la etapa en donde las fiestas y los amigos eran algo bastante común en esa generación, es que yo conozco a Jesús. Esto fue posible gracias a la conversión que tuvo mi mamá, pues ella decide volverse al Señor ya que como familia nos encontrábamos atravesando un tiempo muy difícil. Entonces esto hizo que de alguna manera me involucra con la iglesia, siendo líder de jóvenes en la pequeña iglesia donde asistíamos en la ciudad de granada, Meta.

A mis 17 años, salgo de mi colegio y comienzo a experimentar una sensación de frustración, pues yo podía ver cómo mis compañeros ingresaban a la universidad y emprendían nuevos rumbos, más yo me quedaba ahí. Entonces decido viajar sola a Bogotá, llego a la casa de una tía y empiezo a vivir una vida de adulta, en el sentido que yo misma debía velar por mi cuidado, sustento y conquistar mis sueños. Mi hermana ya asistía a la Misión Carismática aquí en la ciudad y fue ella quien me invitó a esta iglesia. Yo decido asistir, para retomar lo que alguna vez había iniciado años atrás, pero tuve un choque con el orgullo, no estaba de acuerdo con asistir al Encuentro, pues yo creía que con lo que había aprendido en aquella primera experiencia, era suficiente, sin embargo fui.

Algo que recuerdo muy bien es que días antes de ir al Encuentro, tuve un sueño. En este sueño yo sentía mucho miedo porque algo se acercaba a mi con gran fuerza y velocidad, no podía levantar mi mirada pues la sensación de temor era demasiada. Estando así, me doy cuenta que alguien está a mi lado pero no lo puedo ver completamente, lo único que podía ver de esta persona eran sus manos, pero esas manos estaban con mucha sangre, golpeadas hasta el punto de estar desfiguradas, y de repente escucho una voz que me dice: ¡tranquila, tu vas por la corona de espinas!.  Cuando me desperté, quedé tan sorprendida de lo que me dijo esa persona, que inmediatamente empecé a buscar en una biblia que tenía de hace mucho tiempo, aquello de la corona de espinas. No tenía ni idea qué significaba eso y tampoco encontré una explicación. Cuando llegó mi encuentro, recuerdo que una pastora empezó a predicar a cerca de los derramamientos de la Sangre de Jesús y en ese momento escuché acerca de ¡la corona de espinas! lo que yo sentí fue algo increíble, pues recordé inmediatamente el sueño y me conmoví demasiado porque no tenía duda de que Dios estaba en el asunto, estaba allí conmigo y me había preparado para estar en esa cita.

Esta hermosa experiencia me cautivó por completo; haber estado en el encuentro me permitió experimentar una sensación de refugio, de protección. Recibí a Dios como mi padre, mi proveedor, el patrocinador de mis sueños.  Aquel sentimiento de abandono y dolor de mi niñez desapareció de mi vida. Pero no todo quedó ahí, luego del encuentro el desafío era permanecer, sostenerme y ser fiel, para esto hice de la iglesia mi familia y mi cobertura.
Ahora, para mis padres es un orgullo ver quien soy y lo que Jesús ha traído a mi vida: restauración, seguridad y plenitud en todas las áreas, definitivamente ir a Universidad de la Vida fue la mejor decisión que he tomado en mi vida.

Tu también puedes darte una nueva oportunidad de que las cosas sean diferentes.   Conoce más de la U de la vida aquí.

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