UN ENCUENTRO GLORIOSO

“… y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

Juan 8:32

ALGO EN QUE PENSAR

Moisés encontró a Dios en una zarza ardiente; Pablo, mientras iba caminando a Damasco; la samaritana, junto al pozo de agua. No fueron encuentros casuales, fueron experiencias que cambiaron el resto de sus vidas. Anhela hoy un encuentro sobrenatural con Dios, permite que Él ministre lo más profundo de tu ser y deja que Su verdad sea revelada a tu vida como nunca antes.

Un encuentro personal con Dios es una cita divina, donde sólo estás tú frente a Su majestad, Su amor, Su misericordia y Su gracia, y cuando ésto sucede nunca más vuelves a ser igual. Estos pasos te ayudarán a que puedas experimentar ese encuentro glorioso con la presencia de Dios:

  1. ANHELAR TENER UN ENCUENTRO

Uno de los hombres de la Biblia que más anheló tener un encuentro con el Señor fue Jacob, al enterarse que su hermano Esaú venía contra él para matarlo; esta situación  lo llevó a desear con todo su corazón una intervención divina que lo librara de la muerte,  y fue así como logró tener un encuentro personal Dios, donde lo pudo ver cara a cara y donde sucedió el milagro de su cambio de naturaleza: “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Génesis 32:30).

Este encuentro fue fruto de su corazón quebrantado que halló gracia delante del Señor, quien se encargó de cambiar las circunstancias a favor de Jacob y guardó a toda su descendencia.

  1. DESPOJARSE DE LA VIEJA NATURALEZA

Examina tu vida como lo hacía el salmista David a través de la mirada de Dios: “Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.” (Salmos 26:2). No uses tu propia mirada, ya que la Escritura es clara cuando dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9) Si en este proceso Dios te guía a hacer un ayuno específico por un cambio de naturaleza, determínate a llevarlo a cabo; Él se encargará de sacar a la luz las cosas que a nuestros ojos nos son ocultas y que nos son difíciles de cambiar.

Entra en tiempos de oración no superficiales, donde puedas despojarte de lo que piensas, lo que sientes y lo que quieres, y permite que el Espíritu Santo te hable y te revele las cosas que debes dejar al pie de la Cruz que te impiden cumplir y avanzar en el propósito divino, y deja que Él te revele el futuro que tiene para ti. Cuando sales de estos tiempos de ayuno y oración, recibes una visión dada por el mismo Señor y una percepción diferente del mundo, y naces a una naturaleza espiritual.

  1. RENDIR NUESTRAS VIDAS EN EL ALTAR

Cuando el Señor le habló a Abraham para pedirle que ofreciera su hijo, él obedeció inmediatamente, puso lo que más amaba en el altar, a su hijo Isaac, en quien descansaba la promesa de Dios; a pesar de esa situación tan difícil y confusa, Abraham confiaba plenamente en Dios, y creyó que aún Él podría levantar a su hijo de la muerte. Fruto de su obediencia, el Señor no sólo le devolvió a su hijo, sino que además le proveyó el cordero para el sacrificio. (Lee la historia completa en Génesis 22).

El Señor prueba nuestra obediencia, hasta qué punto estamos dispuestos a dar lo que Él nos está pidiendo. Muchas personas no pasan la prueba, porque se aferran a la bendición, y pasan por alto al Dios que da la bendición.

Por eso, la mejor decisión que un hijo de Dios puede tomar es que pueda dejar sobre el altar del sacrificio, como lo hizo Abraham, su propia vida, sus sueños personales, su familia, su futuro, su ministerio, sus finanzas, porque de esta manera nunca será él quien tome las decisiones, sino será el mismo Dios quien pastoree, guíe y proteja el fruto que Él ha dado.

 

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