RESPONDIENDO A NUESTRO LLAMADO

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”.

Lucas 4:18

ALGO EN QUE PENSAR

Una mujer de veinticinco años de edad llevaba una vida muy turbulenta, con un sin número de problemas que la habían acompañado por muchos años; su compañero había decidido transitar por la senda de la drogadicción, lo que los condujo a graves problemas emocionales, económicos y también físicos. Su hijita había nacido con una enfermedad incurable, ella sufría de cáncer en uno de sus senos y ya había perdido el cabello y sus uñas, llegó a pesar treinta y dos kilos; enfrentaba todo sin el respaldo de su familia.

En estas condiciones llegó a la iglesia, allí́ sintió́ que salía del abismo donde se encontraba, pues entendió́ que todas las respuestas a sus necesidades estaban en Dios y en Su Palabra. Enseguida decidió́ tomar los correctivos y uno de ellos fue, que se determinó a servirle a Dios si Él la sanaba; en el proceso entendió́ que había hecho de su esposo un ídolo, él creía que no importaba lo que le hiciera a su mujer, ella jamás lo dejaría, ella se lo había demostrado dejando a sus padres, renunciando al seno del hogar para aventurarse con él, que la indujo a la droga y a la vida que todo ello acarrea, y aún esta mujer soportó la infidelidad de parte de él.

Al darse cuenta de todo ello decide renunciar a él y cuando él la ve tan firme en sus convicciones decide cambiar su vida y arrepentirse. El Señor la sanó a ella completamente, salvó su matrimonio, sanó a su hijita; ahora ella cumple la promesa que le hizo a Dios. Hoy en día con su esposo lideran miles de vidas y sirven al Señor, han sido de gran inspiración para muchos que anhelan restaurar todo aquello que el enemigo les robó.

Cuando conocemos a Dios recuperamos nuestra identidad y comprendemos lo que fuimos por causa de nuestra ignorancia; lo que somos, por causa del amor redentor de Dios y lo que seremos en Él, Sus siervos y Sus ministros. Ahora entendemos que somos parte de la familia de Dios.

Testimonio Pastora Olga Morales

En esta ocasión te compartimos 3 principios que te llevarán asumir tu llamado en Dios:

1. NO MIRAR LAS CIRCUNSTANCIAS

“Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí́ que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre”. (Jueces 6:15) 

Aunque Gedeón estaba hablando con Dios, su mente continuaba mirando las circunstancias, y éstas, a su parecer, eran completamente adversas, pues el hecho de pertenecer a una de las familias más pobres de Israel no le daba ninguna garantía de alcanzar el éxito en su llamado; y a esto se le sumaba de que era el más insignificante de esa familia.

Al igual que Dios lo hizo con Gedeón también lo quiere hacer con cada uno de nosotros, desde el momento en que Él nos llamó, nos dio los elementos necesarios para poder llegar a las necesidades de las personas.

2. APROPIARNOS DE LA PALABRA DE DIOS

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá́ bien”. (Josué́ 1:8)

Nosotros tenemos la medicina que la gente necesita para curar las heridas del alma y del cuerpo; tenemos la póliza más efectiva de protección total para las familias. Además, tenemos la unción de restauración para hacer que el corazón del padre se vuelva al hijo, y el del hijo se vuelva al padre; para que los cónyuges detengan toda ofensa entre ellos y decidan perdonarse, viviendo bajo la paz y la bendición de Dios.

Cuando la Palabra de Dios mora en nuestro corazón será́ muy fácil poderla comunicar, porque dentro de nuestros corazones se enciende un fuego que nada lo puede apagar. Y la única manera de saciar nuestro corazón es esforzándonos por predicar el evangelio de una manera estratégica y eficaz.

3. SER PARTE DE UN EQUIPO

“Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí́ a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”.

(1 Corintios 15:9·10).

Para poder llevar a cabo Su propósito en esta tierra, Dios siempre cuenta con el elemento humano. Cuando el Señor Jesús estuvo aquí́, Él escogió́ doce hombres, a quienes llamó apóstoles. En ellos invirtió́ la mayor parte de Su vida ministerial, y luego los envió́ a que dieran continuación a la misión redentora que Él había iniciado. Aunque Jesús pudo haber vertido Su vida en las multitudes, no lo hizo, sino que prefirió́ trabajar hábilmente en la formación del carácter de doce personas completamente diferentes las unas de las otras.

Al igual que el alfarero con el barro, por tres años y medio dio forma al carácter de cada uno de ellos. Luego sopló, y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22b). ¿Cómo pudo lograr el Señor Jesús que doce personas sin cultura, sin educación, sin riquezas ni posición social, llegaran a convertirse en los pilares del cristianismo? La respuesta es sencilla, estas personas respondieron al llamado de Dios y estuvieron dispuestas a dejarse moldear por Él para ser enviados.

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